En Maiduguri, estado de Borno, cientos de desplazados por las inundaciones se manifestaron hoy contra la escasez de alimentos y suministros de socorro tras la catastrófica inundación que azotó el país el 9 de septiembre de 2024.
Más de un millón de personas se vieron obligadas a huir de sus hogares debido a la inundación, que también devastó infraestructuras vitales, privándolas incluso de los artículos más básicos.
Los manifestantes, que eran principalmente del barrio de Baga Road, redujeron la velocidad del tráfico en la intersección para expresar su descontento por lo que consideraban una falta de suministros humanitarios y de esfuerzos de socorro.
La situación fue abordada rápidamente por el Comisario de Policía, el CP Mohammed Lawal Yusufu, quien aconsejó a las víctimas desplazadas que mantuvieran la compostura.
CP Yusufu garantizó que “el Gobierno del estado de Borno ha instituido medidas de socorro esenciales para su beneficio en colaboración con la Agencia Nacional de Gestión de Emergencias (NEMA), la Agencia Estatal de Gestión de Emergencias (SEMA) y otras organizaciones humanitarias”.
También emitió una advertencia contra la obstrucción del tráfico, subrayando que hacerlo puede poner en peligro la paz y dificultar los esfuerzos de rescate.
Las recientes inundaciones repentinas en Maiduguri afectaron a unas 239.000 personas, con un número indeterminado de muertos o heridos.
Las inundaciones han devastado infraestructuras clave, incluidos puentes, e impedido el acceso a hospitales, escuelas y mercados.
Según las Naciones Unidas, 4,8 millones de personas en los estados de Borno, Adamawa y Yobe padecen inseguridad alimentaria y nutricional.
Las inundaciones también han aumentado el riesgo de epidemias de enfermedades, en particular en los campamentos de desplazados internos superpoblados.
Conclusión
La protesta de las víctimas desplazadas de las inundaciones en Maiduguri pone de relieve la grave crisis humanitaria que se está desarrollando en el estado de Borno debido a las recientes inundaciones.
Con más de un millón de personas desplazadas e infraestructura vital destruida, la frustración de las comunidades afectadas es comprensible.
Cuando no se satisfacen las necesidades básicas como la alimentación, el alojamiento y la atención médica, y la gente se siente desatendida por las autoridades, las protestas suelen ser el último recurso para llamar la atención sobre su difícil situación.
La magnitud del desastre, agravada por una situación ya de por sí terrible en Borno, donde millones de personas sufren inseguridad alimentaria y viven en campamentos superpoblados de desplazados internos, exacerba la urgencia de la situación.
El deterioro de la infraestructura y el mayor riesgo de epidemias crean un escenario en el que la intervención oportuna es crucial.