El número de muertos por la trágica estampida en el estado de Anambra ha ascendido a 22, dejando a muchos nigerianos desconsolados y furiosos. El incidente, que tuvo lugar durante un evento de distribución de arroz organizado por la Fundación Obijackson en el Estadio Amaranta en Okija, Área de Gobierno Local de Ihiala, ha puesto de relieve una vez más la terrible situación de hambre y desesperación en el país.
Según Tochukwu Ikenga, portavoz del Comando de Policía del Estado de Anambra, se han iniciado las investigaciones sobre la causa de la estampida. El superintendente Ikenga confirmó que el Comisionado de Policía, Nnaghe Obono Itam, visitó el hospital donde están siendo tratados los heridos y expresó sus condolencias a las familias de los fallecidos. También deseó a los supervivientes una rápida
No se trata de una tragedia aislada. Apenas unos días antes, se produjo una estampida similar en la iglesia católica de la Santísima Trinidad en Maitama, Abuja, donde 10 personas perdieron la vida. En Ibadan, estado de Oyo, un parque de atracciones infantil se convirtió en una escena de terror cuando 35 niños murieron en otra estampida, y varios más resultaron gravemente heridos. ¿El vínculo entre estos incidentes? El hambre y la desesperación, una acusación condenatoria de la actual situación económica de Nigeria.
El exgobernador del estado de Anambra, Peter Obi, resumió el dolor y la frustración colectivos en una publicación en su cuenta X. “Estoy profundamente entristecido y angustiado por la trágica pérdida de vidas en búsquedas desesperadas de alimentos”, escribió. Obi reconoció las buenas intenciones de los organizadores del evento, pero señaló que estas tragedias revelan fallas sistémicas que siguen plagando la nación. Según él, el empeoramiento de las dificultades económicas ha empujado a la gente a tomar medidas extremas en su lucha por la supervivencia.
De manera similar, el ex vicepresidente Atiku Abubakar y otros han pedido una mejor gestión de las multitudes durante los eventos a gran escala. Atiku expresó su pesar por la pérdida innecesaria de vidas tanto en Okija como en Abuja. “Es imperativo que los organizadores prioricen la seguridad y el bienestar de los participantes en tales eventos”, dijo. Si bien este consejo es sensato, parece una solución provisional para una herida abierta. El verdadero problema es la pobreza profundamente arraigada y la falta de oportunidades que llevan a las personas a arriesgar sus vidas por comida.
Se trata de un fracaso colosal de la gobernanza. La incapacidad del gobierno para proporcionar servicios básicos y garantizar la estabilidad económica ha dejado a los nigerianos luchando por sobrevivir. Es más que desgarrador que durante lo que debería ser una temporada de alegría y celebración, las familias estén de luto por seres queridos que murieron debido a la distribución gratuita de alimentos.
En un país bendecido con abundantes recursos naturales, los ciudadanos están muriendo en estampidas por el arroz y los alimentos. Esto no es solo trágico, es una desgracia nacional. En lugar de abordar las causas profundas de la pobreza, nos quedamos aplaudiendo “paliativos” que, en última instancia, conducen al caos y a la muerte. Si esto no es una llamada de atención, ¿qué lo es?