El Inspector General de Policía, Kayode Egbetokun, ha ordenado a los hombres y mujeres de la Fuerza de Policía de Nigeria que lleven bandas negras durante siete días para lamentar la muerte del difunto Jefe del Estado Mayor del Ejército, el Teniente General Taoreed Lagbaja. Se trata de la última muestra de respeto ceremonial, mientras el país se enfrenta a la muerte del jefe del ejército de 56 años, que falleció tras una larga batalla contra la enfermedad.
“Que el alma del difunto Jefe del Estado Mayor del Ejército descanse en paz”, dijo Egbetokun, como si eso fuera a solucionar los crecientes problemas de seguridad que Lagbaja, nombrado por el presidente Bola Tinubu hace apenas unos meses, no pudo abordar durante su mandato. Su fallecimiento ha provocado la habitual ronda de declaraciones tristes, en las que Egbetokun calificó a Lagbaja de “gran líder” que “mostró valentía, dedicación y pasión” en su lucha contra la insurgencia.
El duelo nacional continúa con la declaración del presidente Tinubu de que las banderas nacionales de Nigeria ondearán a media asta en memoria del difunto general. Esta directiva, que durará siete días, fue transmitida por el asesor especial de Tinubu en materia de información y estrategia, Bayo Onanuga. Pero, tal vez más que nunca, uno debe preguntarse si este gesto de ondear las banderas a media asta es simplemente otro intento de distraer al público de los problemas urgentes e irresueltos que aún plagan la seguridad del país. No olvidemos que, tras la muerte de Lagbaja, su mandato será recordado por el empeoramiento de la crisis de seguridad, no por ninguna victoria importante.
Puede que Lagbaja haya sido nombrado con la esperanza de que pudiera liderar la lucha contra los grupos insurgentes de Nigeria, pero bajo su supervisión, la situación solo pareció salirse aún más de control.
La insurgencia de Boko Haram continúa, los bandidos campan a sus anchas en el norte y los secuestros siguen prosperando en todo el país. Entonces, ¿qué se ha logrado exactamente en esta lucha por la que ahora lamentamos su muerte? Sería bueno que el gobierno mostrara aunque sea una fracción de la pasión que dedica a conmemorar a los funcionarios caídos para encontrar soluciones reales y duraderas a estos problemas.
Por lo tanto, tomémonos un momento, inclinemos la cabeza, usemos las bandas negras y enarbolemos las banderas, pero no olvidemos que la verdadera prueba para los líderes nigerianos no es cómo honran a sus generales caídos, sino cómo abordan los problemas urgentes y sin resolver que siguen plagando la paz y la seguridad del país.