Una vez más, una vida se ha perdido a manos de la policía nigeriana. Esta vez, se trató de un conductor de autobús comercial no identificado en el estado de Anambra, asesinado por un agente de policía por un soborno de 100 nairas (sólo 100 nairas). El incidente se desarrolló en un puesto de control en el área de gobierno local de Anambra East, donde una discusión se intensificó trágicamente después de que el conductor, al parecer, se negó a pagar la “tarifa habitual” para pasar.
Según testigos, el conductor discutió con el agente de policía, quien sacó su arma y disparó, acabando con la vida del conductor en un instante. “El joven estaba justo delante de mí en la cola y, de repente, oímos un disparo”, contó Kamtochukwu, otro conductor comercial que estaba en el lugar. Se desató el caos cuando los lugareños, indignados por las acciones del agente, comenzaron a movilizarse contra la policía. Como era habitual, los agentes se marcharon a toda velocidad, dejando a otra comunidad en estado de shock y enfado.
El portavoz de la policía del estado de Anambra, Tochukwu Ikenga, ha confirmado el incidente, afirmando que el inspector Sani Suleiman, el agente implicado, ha sido desarmado y detenido. La policía asegura al público que “la situación está bajo control” y que se están tomando medidas disciplinarias. Pero ya hemos oído esto antes, ¿no?
El soborno y la extorsión entre la policía nigeriana no son nada nuevo; es casi una parte esperada de la vida diaria en las carreteras. El sistema está tan podrido que los puestos de control policial parecen más bien cabinas de peaje, donde los conductores se ven obligados a pagar pequeños sobornos simplemente para seguir con sus actividades. Es una práctica profundamente arraigada que ha fomentado la desconfianza y el resentimiento generalizados entre el público y quienes se supone que deben protegerlo.
Los esfuerzos para combatir esta corrupción se encuentran con resultados mixtos en el mejor de los casos. Hace solo un año, apareció un vídeo que mostraba a un agente del estado de Lagos negociando abiertamente con los automovilistas para obtener sobornos. Aunque finalmente se identificó al agente y se lo sancionó, incidentes como este revelan lo arraigada que está la corrupción en las filas de la policía.
La verdad es que la policía nigeriana necesita una reforma drástica. La gente está cansada de estos agentes de gatillo fácil que parecen resolver todos los desacuerdos a balazos. Un soborno de 100 nairas nunca debería costarle la vida a nadie. Hasta que se lleven a cabo reformas reales, estas trágicas historias continuarán, dejando a las familias afligidas y a las comunidades enfurecidas.