Ante la inminente reestructuración del gabinete del presidente Bola Tinubu, los ministros y sus aliados políticos están intensificando sus esfuerzos de cabildeo. Un asistente presidencial comentó: “Es típico; los ministros están contactando a sus padrinos para influenciar al presidente. Pero él priorizará lo que es mejor para el país”.
A medida que aumentan las especulaciones sobre la reestructuración, las fuentes indican que algunos ministros temen ser despedidos y están buscando el apoyo de los aliados de Tinubu, incluido el jefe de gabinete Femi Gbajabiamila. “Desde que se conoció la noticia de una reestructuración del gabinete, el presidente ha enfrentado una inmensa presión”, señaló una fuente, destacando la necesidad de que Tinubu se tome un tiempo para manejar el frenesí de la presión.
El asesor especial de información, Bayo Onanuga, confirmó que cualquier reestructuración se basaría en informes de desempeño:
“El presidente ha expresado su deseo de reestructuración, pero no hay un cronograma específico”. Destacó la necesidad de que los ministros comuniquen activamente sus logros, afirmando que “el público siente que el gobierno no está haciendo lo suficiente”.
Hay indicios de que el Presidente podría eliminar el Ministerio de Asuntos Humanitarios y modificar varias carteras. A pesar de las advertencias previas sobre el bajo rendimiento, muchos ministros permanecen en el cargo, y solo se ha mencionado la suspensión de la Dra. Betta Edu.
Las evaluaciones de rendimiento realizadas por la unidad de Hadiza Bala-Usman informarán sobre la reorganización, que podría ocurrir antes del 1 de octubre, aunque esto no está confirmado. Bala-Usman dijo: “Los ministros deben presentar informes de rendimiento basados en sus resultados”.
Los nigerianos están cada vez más frustrados por la percepción de un bajo rendimiento del gabinete, lo que lleva a protestas. Si bien algunos ministros, como el Ministro de Asuntos Exteriores, Yusuf Tuggar, han logrado logros notables, muchos son criticados por no abordar cuestiones urgentes como las dificultades económicas, la inseguridad y el desarrollo de infraestructura.
La situación refleja un creciente descontento entre los ciudadanos, con demandas cada vez más fuertes de rendición de cuentas y gobernanza efectiva.