En Nigeria, la tributación parece existir en dos realidades diferentes: una en la que los ricos y los habitantes de las ciudades pagan impuestos a regañadientes, y otra en la que la economía informal, en su mayoría, evita pagar impuestos. En los planes del gobierno para 2025, el desafío no es simplemente generar ingresos, sino crear un sistema tributario que sea justo para todos y que al mismo tiempo impulse el crecimiento en todos los rincones del país. Es un desafío complicado, que podría determinar el progreso futuro de Nigeria o ampliar las brechas que ya existen.
Las recientes propuestas del gobierno para recompensar a los estados que generen mayores ingresos por IVA han provocado un acalorado debate nacional. A primera vista, la idea parece justa: los estados que se esfuerzan más por ganar dinero deberían quedarse con una mayor parte. Pero seamos honestos, esto no es tan simple como parece. La economía de Nigeria es muy desigual.
Estados como Lagos y Rivers son potencias económicas, respaldadas por industrias, puertos y una buena infraestructura. Por otro lado, muchas áreas del norte enfrentan desafíos como la inseguridad, la falta de desarrollo y muy poca actividad industrial.
Para los estados del norte, esta idea podría parecer una forma de añadir dolor a una situación ya difícil, demostrando que se están quedando cada vez más atrás en una competición que nunca estuvieron preparados para ganar. Por otra parte, los estados del sur, que llevan mucho tiempo molestos porque su trabajo duro ayuda a otros, podrían ver esto como la justicia que han estado esperando. La pregunta principal sigue ahí: ¿cómo podemos recompensar el trabajo duro sin perjudicar a quienes están en dificultades?
Esta reforma debe hacer más que cambiar números en una hoja de cálculo; debe reconocer la complejidad de las realidades socioeconómicas de Nigeria. Incentivar a los estados para que tengan un mejor desempeño es una gran idea, pero sólo es justo si primero se nivela el campo de juego. El Norte necesita más que sermones sobre la autosuficiencia; necesita inversiones tangibles en educación, infraestructura y seguridad para fomentar un entorno en el que las empresas puedan prosperar. Sin esas intervenciones, esta política corre el riesgo de perpetuar la desigualdad en lugar de resolverla.
La óptica política de esta reforma no puede ignorarse. Durante décadas, la fórmula de reparto de los ingresos de Nigeria ha sido un polvorín que ha encendido debates sobre la equidad y la unidad nacional. Una reforma fiscal mal ejecutada podría avivar las llamas del regionalismo, enfrentando al Norte y al Sur en una nación ya polarizada. Los líderes deben actuar con cuidado, equilibrando la urgencia de las reformas fiscales con la delicada tarea de construir la nación.
Para avanzar se necesita un liderazgo fuerte y justo. Los cambios fiscales no deberían verse como una lucha en la que algunos ganan y otros pierden. En cambio, deberían ser parte de un plan más amplio para ayudar al país a crecer.
Esto incluye ayudar a las áreas en dificultades con un apoyo específico, dándoles lo que necesitan para tener éxito y desempeñar un papel importante en la economía.
En 2025, Nigeria tendrá la oportunidad de cambiar su forma de gestionar los impuestos. El objetivo no es solo recaudar más fondos, sino construir un sistema que impulse la economía y una a la gente.
La justicia y el progreso pueden ir de la mano si se elaboran y ejecutan los planes adecuados. La verdadera pregunta es si nuestros líderes estarán a la altura de esta tarea o si desaprovecharán esta oportunidad por completo.